Buscando, preguntando, investigando… Casi hasta el agotamiento emocional, la esperanza fatigada y la fe deshidratada; al fin descubrí que mi forma de escribir no apareció en mis manos por casualidad, que es un don, que justamente es algo tan extraordinario porque no es invento mio.

Empecé a escribir a los 12 años porque tenía grandes ganas de morir y luego fue un tubo de desagüe para botar lo que me frustraba, pero también ha sido plastilina para construir mundos de fantasía y pergamino para elogiar a quienes amo. El papel ha sido mi confidente y el carboncillo el sonido de mis susurros.

Pero hace unos años algo diferente ha empezado a motivarme, la gasolina que está tratando de encender un sueño más grande que mis pensamientos, tan solo necesita un sí de verdad, para echar a andar un tren de bendiciones para todos los que lean, letras que forman palabras que a veces cuando leo me sorprendo de las frases que arman; porque ciertamente cuando escribo algo extra-ordinario pasa, pero descubrí que mi forma de escribir no apareció en mis manos por casualidad, que es un don, que necesita ser nutrido y cuidado, regado como semilla de vida para que dé hojas pero también dé frutos, que sirva de abrigo para los corazones agotados y que sirva de inspiración para que los ojos de quienes disfruten leyendo, sean cinceles de esperanza, fe e ilusión, porque sí hay alguien que nos ama más que nadie y que nos ama por encima de todo: Papito Dios, quien te creo y cree en ti, porque te hizo te conoce y tiene fe en ti.

¡No estamos solos! aunque a veces buscando, preguntando e investigando, lleguemos casi hasta el agotamiento emocional, la esperanza fatigada y la fe deshidratada… Te calma que Papito Dios ha puesto sus ojos en ti y te hará entender y te enseñara el camino en que debes andar. (Salmo 32, 8)